Después de Sabiote, como dije ayer, me tocaba tres semanas sin poder sentir la magia del toreo. Me perdía Linares, creo que es la que más me ha dolido perderme de toda la temporada, y también Peal de Becerro y la sustitución que salió en los días posteriores en Jódar. Siguiendo la temporada desde la distancia, el tiempo fue pasando poco a poco, hasta que, por fin, llegó el 13 de septiembre, y me reencontré con ese toreo mágico que es capaz de emocionar, y que tanto había añorado. Fue en Bujalance, donde Curro Díaz nos ofreció una gran tarde, primero fue armándose de valor, y logrando muletazos perfectos, sin la colaboración del ejemplar al que se enfrentaba. Después llegó el gran toreo, que fue aflorando, primero con el capote, y después con la franela. El Toreo eterno fue surgiendo poco a poco, sometiéndolo, recuerdo las tandas ligadas, templadas, llenas de plasticidad, y belleza. El toreo al natural, de gran calado y los remates como carteles de toros, culminaron, junto con otra gran...