Después de Sabiote, como dije ayer, me tocaba tres semanas sin poder sentir la magia del toreo. Me perdía Linares, creo que es la que más me ha dolido perderme de toda la temporada, y también Peal de Becerro y la sustitución que salió en los días posteriores en Jódar.
Siguiendo la temporada desde la distancia, el tiempo fue pasando poco a poco, hasta que, por fin, llegó el 13 de septiembre, y me reencontré con ese toreo mágico que es capaz de emocionar, y que tanto había añorado. Fue en Bujalance, donde Curro Díaz nos ofreció una gran tarde, primero fue armándose de valor, y logrando muletazos perfectos, sin la colaboración del ejemplar al que se enfrentaba. Después llegó el gran toreo, que fue aflorando, primero con el capote, y después con la franela. El Toreo eterno fue surgiendo poco a poco, sometiéndolo, recuerdo las tandas ligadas, templadas, llenas de plasticidad, y belleza. El toreo al natural, de gran calado y los remates como carteles de toros, culminaron, junto con otra gran estocada, mi tarde de reencuentro.
Fotografía: Salvador GiménezSiguiendo la temporada desde la distancia, el tiempo fue pasando poco a poco, hasta que, por fin, llegó el 13 de septiembre, y me reencontré con ese toreo mágico que es capaz de emocionar, y que tanto había añorado. Fue en Bujalance, donde Curro Díaz nos ofreció una gran tarde, primero fue armándose de valor, y logrando muletazos perfectos, sin la colaboración del ejemplar al que se enfrentaba. Después llegó el gran toreo, que fue aflorando, primero con el capote, y después con la franela. El Toreo eterno fue surgiendo poco a poco, sometiéndolo, recuerdo las tandas ligadas, templadas, llenas de plasticidad, y belleza. El toreo al natural, de gran calado y los remates como carteles de toros, culminaron, junto con otra gran estocada, mi tarde de reencuentro.
Me lo pensé hasta el último momento, pero que alguien me recordara lo que me iba a perder fue suficiente, para “liarme la manta a la cabeza” y presentarme el día 19 en Almodóvar del Campo. Otra vez más, Curro Díaz nos deleitó con una gran tarde toros. En el segundo, fue menos cantidad, pero la calidad de siempre. Todo despacio, sobreponiéndose a las dificultades, y logrando cosas estimables. En el primero, vimos sucesivos carteles de toros, primero con el capote, con una media antológica, y después con la muleta, sobre la mano derecha, donde, como dije en su momento, contemplamos la creación de una obra de arte, basada en muletazos perfectos, y remates insuperables. Tuvimos la suerte de volver a contemplar, la magia en la plaza, una magia que se materializó en Almodóvar del Campo, para el deleite de los que allí estuvimos.
Y así fue llegando el final de la temporada, había fechas interesantes, como Pozoblanco y Segura de la Sierra, donde me hubiese gustado contemplar el toreo de Curro Díaz, pero por unos motivos u otros no pudo ser. Y llegó Jaén, la última, una fecha esperada con muchas ganas porque volveríamos a ver como se destapaba el frasco de las esencias, pero no tan deseada, por ser la última con lo que ello significaba.
Hace poco escribía sobre ese día, y ahora, ha pasado algo de tiempo, pero no es la distancia que hay en relación a otras fechas, que se ven ahora desde la añoranza. Para mí, aún hoy esta muy reciente lo que sucedió aquel día y casi puedo recordar todo a la perfección. Os dejó lo que escribí en aquella ocasión, como recuerdo a una temporada que se ha ido, una temporada, que ha estado plagada de grandes tardes, unas con triunfo material, otras sin él, pero siempre dejando la huella del toreo de Curro Díaz. Ahora nos queda el próximo día 9, y después, tocará esperar, a que comience la temporada y nos traiga de vuelta esa magia, esa esencia y ese concepto del toreo que sólo Curro Díaz es capaz de desplegar cuando coge los trastos en sus manos.
“Lentas verónicas abriendo el compás y meciendo la embestida del burel, fue el comienzo de esta última tarde. Se dobló de forma muy torera, para iniciar la faena muleteril, sacándose el astado a los medios. Ya en el centro del ruedo, basó el trasteo en la mano diestra, ya que por el pitón izquierdo el toro se quedaba muy cortó y los naturales resultaban poco lucidos. Por el derecho dio un recital de toreo, de toreo del bueno, series compactadas, con profundidad y hondura, en las que se sintió la esencia de Curro Díaz. Ese pellizco al que nos tiene acostumbrados cada vez que su enemigo quiere contribuir a la creación de una bella obra de arte. Los remates de las series fueron auténticos carteles de toros, sé que esto no es una novedad, pero por muchas veces que lo contemplemos, su transmisión es indescriptible e inigualable. Cerró esta labor, con una serie de bellas trincherillas, por abajo, poniendo el público en pie. Esta obra, no podía quedarse sin rúbrica, y así fue, una estocada en todo lo alto, y aunque el toro tarde en caer, la colocación, fue perfecta.
A su primero le cortó una oreja y al menos otra, podría haber conseguido de su segundo, si no hubiese sido por el fallo con la espada, lo que no emborronó, su disposición durante toda la tarde, como si de un novillero se tratara, en pleno mes de marzo.
Gran faena, la realizada a este cuarto toro, que fue recibido con vibrantes verónicas y una media de antología. Era necesario cuidar a ese ejemplar que se topó contra el burladero a la salida, lo que mermó sus facultades. Curro Díaz, no quería que se le escapara la Puerta Grande del coso de La Alameda que ya atravesó la pasada temporada, y puso todo de su parte para lograrlo, y aunque su oponente tenía escasas posibilidades no dudo en tirar de valor, para estar delante de la cara del toro. En el comienzo de la faena, un detalle, Curro Díaz, llevaba desabrochado el chaleco, y generalmente esto es preludio de que va a suceder ese gran milagro que en ocasiones brota cuando se conjuga este Torero, sus muñecas y una muleta, en el albero de cualquier coso. Comenzó en los medios, consiguiendo hilvanar dos series con la derecha de profundidad y metiendo al toro en el canasto. Un animal que no ha sido nada fácil, y al que era necesario someter. A base de esfuerzo, y aguando muchos las paradas y miradas a mitad del viaje, consiguió el objetivo, aunque con poco calado en el público, que unido al falló con la espada, le cerró la Puerta Grande.”
Fotografía: Raquel Montero
Comentarios
http://www.elartedetorear.com/