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Triunfo en La Maestranza

Hace casi cinco meses, el 7 de mayo, Curro Díaz hizo su último paseíllo en La Maestranza. Aquella tarde cayó herido, y desde entonces, el esfuerzo, el tesón, el sacrificio y la superación han marcado su temporada. Pero al final todo tiene su recompensa, y ayer fue el día en que llegó.

Ayer Curro Díaz cortó una oreja en La Maestranza, que bien podían haber sido dos al primer toro de la tarde. Los tendidos se entregaron a su toreo y el éxtasis llegó. Pero comencemos por el principio. Ya en el recibo con el capote, Curro Díaz dejó su impronta, en una media sencillamente descomunal, de esas que se marcan en la retina.

Tras brindar al equipo médico que le había atendido hace cinco meses, rápidamente Curro Díaz cogió la muleta para sacarse el toro de las tablas con unos doblones cargados de personalidad y estética. Pero lo mejor, fueron los dos pases de pecho con los que remató la serie, para los que no hay palabras que los describan por su belleza, plasticidad y ejecución. Y ahí, Sevilla se entregó.

Siguió Curro Díaz toreando con la mano derecha, ligando los muletazos en redondo, sometiendo al burel, y subiendo la faena enteros a cada muletazo, toreando a cámara lenta, como si de un sueño se tratara. Se sucedieron los muletazos con la figura vertical y  asentada, pero a la vez relajada, sin desplazarse apenas, los riñones encajados, con el sello único e inconfundible que Curro Díaz le imprime a su toreo. Y arrancó la música, que tan bien suena en esta plaza, para seguir contemplando la belleza del toreo.

Por el pitón izquierdo del toro las cosas eran más complicadas, y pese a ello, Curro Díaz logró algún natural muy estimable. Y otra vez surgió la estética, la plasticidad y la personalidad en los remates previos a la grandiosa estocada. Se pidieron las dos orejas, pero el palco sólo concedió la primera. Quizás esto sea un tópico, pero después de lo que hemos podido contemplar en el ruedo ¿qué más da?

El cuarto fue un toro manso, descastado, que ya desde su salida no puso las cosas fáciles. En el capote se cruzaba y no se empleó jamás, buscando la salida desde que pisó el albero. Ante esta materia prima, Curro Díaz tiró de firmeza y aplomo, para conseguir extraerle los pocos muletazos que el animal tenía. A base de encelarlo y fijarlo para que obedeciese a los toques, consiguió poder dejar algunos muletazos por ambos pitones de mucha calidad, ante un toro que derrotó siempre y que no tenía opciones, pero frente al cual Curro Díaz no desistió. Mató otra vez de una gran estocada y saludó una ovación tras el arrastré.
  

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