La temporada va llegando a su fin.

Me diréis que soy un poco exagerada al hablar ya del fin de la temporada, ya que todavía quedan algunas tardes, como la de Huércal-Overa y alguna más. Pero hoy era una de esas tardes que aunque no es la última, para muchos sí lo ha sido, ya que las próximas habrá que verlas desde la distancia. Ese es mi caso, que aunque mañana me despido de las plazas de toros, hasta la llegada de la próxima primavera, hoy ha sido la última tarde en la que he tenido la gran suerte de poder disfrutar del toreo de Curro Díaz.

Y aunque en el recuerdo guarde otras tardes de esta temporada, que han pasado a formar parte de mi memoria, como cada año, esta “última” tarde será especial, porque a ella estaré obligada a volver durante todo el invierno, cuando trate de revivir, las tardes en los ruedos. Durante todo un invierno esta tarde del 10 de octubre nos acompañará, como la última tarde en la que presenciamos como se plasma el toreo en el albero. Este 10 de octubre, que ahora parece tan cercano, pero que dentro de muy poco, será como el paso de toda una eternidad.

Como no podía ser de otra forma, esta tarde ha vuelto a ser una tarde de triunfo para Curro Díaz, como lo está siendo esta temporada. Una tarde en la que Curro Díaz, ha vuelto a abrir la Puerta Grande de la plaza de Mancha Real, tras volver a mostrar el toreo que lleva dentro sobre el albero. El primer toro, fue un animal brusco que echaba la cara arriba, pero al que había que cuidarlo mucho porque perdía las manos. Esto hizo que Curro Díaz le planteara un comienzo de faena que, sin llegar a bajar la mano completamente, le permitiese dejar unas primeras tandas, con la mano derecha muy templadas, con la figura encajada y destilando el aroma puro de Curro Díaz. Antes de que el toro se agotara, aún tuvo tiempo el diestro para deleitarnos con una serie en redondo, un monumental pase de pecho y una trincherilla, como siempre de cartel de toros. Después llegaron los molinetes, inconmensurables. Curro Díaz terminó entregado, entre los pitones del toro, para poder extraerle, incluso aquello que no tenía. Una última serie, por abajo, conjugándose toro, torero y muleta, a modo de firma, fue el preludio a la estocada con la que termino con este ejemplar. La plaza pidió las dos orejas, pero la presidencia sólo concedió una.

Y después de esto llegó el cuarto toro, el “último”… que al contrario que su hermano que abría plaza, en esta ocasión no dejó a Curro Díaz estirarse con el capote y volver a dejar algunas verónicas de mucha calidad como lo hizo en el primero. Y en éste “último” Curro Díaz, tiró de recursos, frente a otro animal escaso de fuerza y recorrido, en el que tuvo que hacer un gran esfuerzo, y situarse entre los pitones para poder ofrecer lo mejor de sí. El inicio de faena fue prometedor, antes de que el animal se rajara, con una gran serie con la mano derecha, una serie de esas con la cadera encajada y la cintura quebrada, y rematada con una trincherilla, otra vez, de cartel de toros. Pero el toro se acabó pronto, y Curro Díaz, tuvo que “buscarle las vueltas” para poder conseguir otro nuevo triunfo. Fueron tandas cortas, de toreo en redondo, y también con circulares invertidos, perfectamente combinados unos con otros, entre los pitones del astado, intercalando entre ellos algunos buenos muletazos, de calidad, y con el inconfundible sello de la personalidad de Curro Díaz. Una penúltima serie de manoletinas, y una última de trincherillas, fueron el gran epílogo antes de la estocada que le haría tener las dos orejas y el rabo de este toro en sus manos.